21 Febrero, 2017
Por la suba de los limones los vecinos hicieron una huerta comunitaria
Cansados por la suba de los limones un grupo de vecinos de un barrio de Queensland (Australia) decidieron plantar un limonero para autoabastecerse. La experiencia contagió e hicieron del barrio una huerta orgánica donde todos pueden sacar frutas y verduras libres de agrotóxicos.

Como todas las grandes ideas salió por asociación colectiva: en la ciudad de Queensland (Australia) los limones subieron de precio y los vecinos del barrio Buderim se unieron y decidieron plantar un limonero en la vereda para que toda la comunidad pudiera sacar cuando lo necesitara. La experiencia contagió y alentó para que, siete años después, el barrio se convirtiera en una huerta comunitario que logró el autoabastecimiento de frutas y verduras.
La idea es simple: las veredas fueron usadas para sembrar semillas y el mantenimiento se hace en forma colectiva. Los vecinos riegan los cultivos y cada vez que alguno necesita alguna fruta o verdura, la saca. El proyecto, de una simpleza revolucionaria, se llama Calle de los Alimentos. Son once calles en donde viven más de 200 familias que han logrado la soberanía alimentaria, a partir de la autogestión. Las semillas que usan no son transgénicas y no utilizan ninguna clase de herbicida.
En el año 2015 produjeron 900 kilos de bananas, manzanas, acelga, repollo, lechuga, papas, y toda clase de verduras y hortalizas y por supuesto: muchos limones, que fueron los disparadores de la idea autogestiva que movilizó a todo un barrio. Caroline, una de las vecinas explica un poco más el funcionamiento de la Calle de los Alimentos: “Aquellas personas que han plantado dentro de sus propiedades, dan libre acceso a los vecinos que necesitan abastecerse de fruta o verdura”
Los vecinos se organizan para distribuirse las distintas tareas que el huerto barrial necesita. Entre todos coordinan el mantenimiento del banco de semillas y el mantenimiento del huerto barrial. El proyecto le cambió la cara al barrio porque donde antes había veredas vacías, hoy rebosan de verde y color. Incluso entre todos han logrado recuperar un baldío, transformándolo en parque. “Casi todas las tardes de esta calle está llena de niños del barrio. Ellos andan en bicicleta, juegan a la pelota mientras los adultos descansan sobre el césped, hablamos mucho más entre nosotros”, afirma Caroline, quien junto a sus vecinos hallaron la manera de poder cambiar su alimentación usando el espacio publico que todos tenemos frente de nuestras casas.